Con la reapertura de colegios y el inicio de la nueva normalidad, muchos nos hemos preguntado ¿Cuál será el futuro de sector educativo, volverá a ser como antes o seguirá por el camino del cambio iniciado en la pandemia? Claudia Tobar nos ayuda a responder esta pregunta, a través de un artículo que pone en evidencia que los cambios originados por la pandemia son solo el inicio de una transformación más profunda en la educación.
Una mirada hacia el futuro de la educación
Artículo escrito por Claudia Tobar, Directora del Instituto de Enseñanza y Aprendizaje (IDEA) y la Academia SHIFT de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), en Ecuador
Aunque el futuro es incierto, tenemos algunas pistas que nos guían hacia dónde se va encaminando el mundo. La famosa tecnología se ha insertado en todas las industrias, revolucionando la manera de relacionarse, producir, crecer y conectarse. Para la educación, esta inserción ha sido un poco más lenta. Sin embargo, la pandemia aceleró sin duda esa influencia tecnológica, mostrando todo su potencial.
Veamos qué nos dice la historia: en 1892, algunos influyentes educadores de la época en Estados Unidos conformaron el Comité de los 10, con la idea de trazar el futuro de la educación para la época. Siguiendo las demandas de ese momento, se construyó un modelo educativo que respondiera a necesidades puntuales, con materias específicas y en determinados momentos del día, priorizando la matemática y el lenguaje.
De igual forma, se propuso dividir a los niños por edades para que avanzaran en un proceso continuo de adquisición de conocimiento que les permitiera participar activamente en la revolución industrial de la época. Ese modelo resultó muy exitoso en su momento, ya que enfatizaba y daba más importancia a la memorización de información con la que debían rendir en evaluaciones rígidas, y así seleccionar a los mejores para el siguiente paso educativo: la universidad.
Desde entonces han transcurrido 129 años. La realidad y el contexto en el que se desarrolló este sistema es completamente diferente al que vivimos en la actualidad. Y no obstante, hemos sido incapaces de crear un nuevo comité que reconsidere las nuevas necesidades educativas. Es decir, seguimos a ciegas en un modelo caduco, heredado desde hace 129 años.
Como vemos, ese modelo educativo ha demostrado que no es funcional ni efectivo para la formación de ciudadanos libres y su modelo centrado en evaluaciones estandarizadas y comparaciones nos ha empujado a perder de vista lo realmente importante: el aprendizaje.
Es momento, por lo tanto, de crear nuevas reglas del juego para la educación, aplicando lo que sabemos sobre el desarrollo humano, el cerebro y las nuevas necesidades del entorno. Unas reglas que permitan la combinación de nuevos modelos, flexibles y dinámicos, que animen a los chicos a competir consigo mismos y todo su potencial. Un espacio donde la competencia sea una carrera contra nuestros propios obstáculos, adversidades y situaciones, y no marcada por un “estándar” que alguien decidió por nosotros.
El futuro de la educación se está guiando sin duda hacia el reconocimiento de la diferencia entre cada estudiante. Si algo sabemos hoy, gracias a la neurociencia, es que todos los cerebros funcionan de manera diferente. Esa diversidad en el aula hace insostenible una única manera de enseñar y en un solo ritmo, pretendiendo responder a las necesidades de todos los chicos.
Así como el comercio por internet funciona con la personalización, la educación, en especial la educación en línea, debe hacer exactamente lo mismo. Utilizar patrones de comportamiento, de éxito y de rendimiento para crear un plan educativo individualizado para cada niño. Un sistema en el que, gracias a la búsqueda de patrones dentro de la vasta información que almacenamos y la inteligencia artificial, cada niño pueda construir su propio plan de aprendizaje. Esta idea no es futurista ni soñadora: se está llevando a cabo ya en nuevos modelos educativos que apuntan a respetar y valorar a los estudiantes neurodivergentes.